La conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza es una oportunidad para que cada sociedad, reflexione sobre la pobreza que aún se mantiene y la que se reproduce en su seno. Por ello, cada 17 de octubre buscamos llamar la atención pública sobre los desafíos, a nuestro juicio, más sensibles y urgentes respecto de la superación de la pobreza.
Este año, a partir de los innegables desastres que ha sufrido el clima, queremos reiterar sus graves efectos en la pobreza, particularmente en nuestro país.
Hoy el deterioro medioambiental afecta con mayor intensidad a las comunidades que experimentan la pobreza y el rezago social. Existe innegable evidencia sobre la desigual e inequitativa distribución de las externalidades ambientales negativas del modelo de crecimiento y desarrollo imperante en el mundo. La mayor intensidad, extensión de dichas externalidades, suele afectar con más frecuencia a las personas que exhiben una menor participación en los ingresos de la sociedad(1). Así, al empeorar la crisis climática aumenta la pobreza. Anteriormente hemos alertado sobre el nuevo escenario en el que surgen nuevas pobrezas. En efecto, la actual crisis climática, se expresa en Chile en prolongadas sequías, escasez de agua potable, marejadas constantes, incendios forestales de gran magnitud, acumulación de contaminantes en el agua y el aire, extinción de especies, aumento de la explotación de monocultivos que degradan el hábitat, y la dolorosa existencia de zonas de sacrificio ambiental y humano.
Quienes viven con mayor intensidad esta crisis climática en nuestro país, son los más de 3.5 millones de personas que sufren diversas experiencias de pobreza, de ellos casi un millón son niños, niñas y adolescentes con altas desigualdades de oportunidades, territoriales y medioambientales.
Chile presenta al menos 7 de los 9 criterios de vulnerabilidad climática señalados por de Naciones Unidas. En este contexto, visualizamos que la pobreza puede agudizarse en el corto plazo en:
Por ello este 17 de octubre gritamos que hoy es el tiempo de volcar todos nuestros esfuerzos en cambios y decisiones cruciales para la vida presente y futura. La urgencia del cambio ha logrado generar una transversalidad pocas veces vista respecto a un fenómeno.
Los cambios decisivos deben implementarse hoy. Promover el crecimiento económico para el bienestar general servirá siempre y cuando, sea concomitante con la sustentabilidad medioambiental y la vida humana. Un desarrollo que resguarde las capacidades de regeneración y adaptación de los ecosistemas sin lesionar su riqueza y diversidad. En este sentido, apurar la firma del Acuerdo de Escazú, el cierre de las termoeléctricas, la aplicación de nuevas tecnologías que permitan mayor limpieza, eficiencia y seguridad hídrica y energética, son algunos de los temas que debemos enfrentar con real sentido de urgencia. Se trata en definitiva, de democratizar la acción climática soportando equitativamente las cargas y compartiendo solidariamente las soluciones.
Un camino de esperanza: cuidar lo público, enfrentar la crisis climática colaborativamente.
No somos ilusamente entusiastas. Sin embargo, nuestra convicción es que debemos dar paso a la cooperación y la colaboración. La idea de asegurar solo lo propio, es contradictoria no solamente con la cohesión social que necesitamos, sino con la propia subsistencia.
Modernizar la comprensión de lo que somos como sociedad implica recibir el paradigma de lo colaborativo o cooperativo con pleno convencimiento, y aprovechar el impulso de las nuevas generaciones que se han involucrado y han levantado la voz para movilizarnos como sociedad. También implica atreverse con modelos de economía circular e inclusivos que
ayudarán a replantear el rol de la sociedad civil, las empresas y el Estado para fomentar un desarrollo sostenible y más justo.
Chile merece la oportunidad de lograr un desarrollo sostenible que integre. Que permita potenciar los territorios que se encuentran rezagados del debate, del radar de la política y de las decisiones que afectan su propia vida.
En el año en que recibimos la COP 25, en la urgencia de lograr acuerdos, el trabajo colaborativo del Estado, empresas, sociedad civil y ciudadanía como el que muchas comunidades están desarrollando, puede ser el gran aporte de Chile a la búsqueda de estrategias que nos permitan adaptarnos a la crisis climática, proteger el empleo, aprovechar las nuevas tecnologías, resguardar los recursos naturales, resistir de mejor forma las crisis económicas mundiales y alcanzar en definitiva, el anhelado desarrollo sostenible e inclusivo para todos.
Comunidad de Organizaciones Solidarias
América Solidaria
Fundación para la Superación de la Pobreza
Adhieren a esta declaración las siguientes organizaciones: